domingo, 25 de agosto de 2013

“El Dios que nos endereza”

Lucas 13:10 Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; 11 y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. 13 Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios. 14 Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo. 15 Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? 16 Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo? 17 Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él. 

INTRODUCCIÓN. Jesús la miró, la vio, la llamó, le habló, la tocó y la sanó. Aleluya! Jesús nos devuelve la entrada, la estancia, el derecho, el privilegio, la bendición, de vivir en la Casa de DIOS, en la Presencia de DIOS, en el Jardín Edénico, junto a DIOS, junto a Papá, en sus faldas, en su seno, en su regazo, acunados por DIOS. ¡Aleluya! 

Esa es la libertad que CRISTO ganó para nosotros(as) y es la libertad que nos ofrece hoy. Solo nos corresponde aceptar este regalo. Quizás tú quieras permanecer en el fango un ratito más, jugando, ensuciándote un poquito más. Pero recuerda: ÉL, sí, Jesús, tuvo que alejarse de DIOS (se sintió abandonado por Dios: “Eli, Eli, lama sabactani?”) para que nosotros(as) tuviésemos entrada al Reino. 

A nosotros(as), que como la mujer del relato bíblico vivíamos encorvados, incapacitados, discapacitados por la pobreza, por el pecado, la maldad, la opresión de este mundo, Jesús se acerca para decirnos, sin importar a quien le guste o no, sin importar “las autoridades” humanas, religiosas, políticas, sociales, que no se trata de religión, de ritos, ceremonias, ni ninguna de esas cosas; que se trata de DIOS; se trata de estar en la Presencia de DIOS, se trata de abrazar nuestra necesidad, nuestra pobreza y entregarla a Cristo; se trata de reconocer nuestra necesidad y abrazarla a Cristo; se trata de encontrarnos con Cristo EN nuestra debilidad, en nuestra enfermedad, en nuestra pobreza. Se trata de disfrutar la Presencia de DIOS. Se trata de saborear un sabor distinto, de perfumarte con un olor distinto (ese “perfume” que no lo venden en ningún lado.) Se trata de sentir y saber y de saber y sentir; de creer para ver y de ver creyendo (por fe). Se trata de arrancar y plantar. Se trata de conocer de cerca de DIOS, de tener una intimidad con DIOS. Una re-lación, un entrelazo, una unión profunda, íntima, amorosa, personal; con Dios. 

Hay muchas medicinas, brujería, ritos, terapias, yerbas, música, bailes, canciones, magias, modas, etcétera que se nos venden como paliativos, como “resuelves”, como “ponte esto, tómate aquello, duérmete con esto y tendrás un poquito de paz.” CRISTO, tu mejor amigo, te ofrece algo mejor. Te ofrece una llave, una puerta abierta, unos brazos extendidos esperándote, anhelándote, ansiando estar contigo y que tú estés con ÉL. ÉL te invita y ÉL paga. Confía. No importa cuánta oposición se levante, aun de los mismos líderes religiosos, como los Fariseos en la historia bíblica. No le hagas caso al que está a tu lado, mira a Jesús, llamándote, esperándote con los brazos abiertos. Con una hermosa sonrisa, como la sonrisa que quizás nadie jamás te haya dado. No una sonrisa hipócrita que te dice, “de los dientes pa’fuera” “te amo”, sino como una sonrisa dulce, apacible, sincera. 

Una sonrisa que te dice: “Aquí estoy; para ti. Ven conmigo. Yo te libro de tus ataduras; Yo te enderezo para que puedas alabarme y servir con libertad.” 

Oiga, amigo: Lucas narra un evento extraordinario. Jesús se encontraba en la Sinagoga. Allí había hombres, jóvenes y ancianos y, además, estaba esta mujer enferma por 18 años {Lc. 13:11 “y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.”} 

Esto, de por si, era muy extraño pues no se suponía que las mujeres entraran a las Sinagogas, ni que hablaran y, menos aun, que entrara una mujer enferma (lo que los religiosos consideraban como una persona “inmunda.” Fíjense que dice que ella tenía “un espíritu de enfermedad”.) Pero, ella estaba allí, porque CRISTO estaba allí; ella estaba allí porque había llegado el momento de DIOS para su vida; estaba allí porque sabía que Jesús podía sanarla; estaba allí porque DIOS quería libertarla y sanarla aquel día; porque Dios es el que añade los que van a ser salvos y sanos cada día. 

Estaba allí por la misma razón que tú y yo estamos hoy aquí. ¡ALELUYA! ¡Gloria a DIOS! ¿Amén? ¡No esperes más! ¡Este es el día que hizo el Señor para que nos gocemos y alegremos con ÉL! Ven, hoy, ahora, no esperes más. No esperes a que termine el culto. El momento es ahora. El altar siempre está disponible, abierto para ti. ¡EL que sana, está aquí; EL que endereza las cosas, está aquí; EL que libera, está aquí; el que abraza, está aquí! ¡Ven a ÉL! ¡Aleluya! 

Era un día sábado, un día especial, sagrado. El sábado era considerado como el día del “Shabbath”, Día del descanso. El mandamiento establece que se honre este día. No se puede trabajar, ni hacer trabajar a nadie. Para nosotros(as), en la iglesia cristiana, este día se celebra el domingo (“Dominicus,” el día del Señor, día de la Resurrección del Señor.) Es triste que uno de los mandamientos de DIOS haya sido escogido por los seres humanos como “caballito de pelea.” 

Todavía hoy, a pesar de lo que Jesús enseñó, seguimos peleando y discutiendo sobre este mandamiento. Hay algo que quiero decirles de parte de DIOS. Este mandamiento no se trata de ningún día de la semana. El día de descanso usted lo puede tomar cualquier día o de ratitos durante la semana. Fíjese que DIOS lo que hace es establecer un día de descanso, de reposo. Lo importante aquí es que DIOS mismo establece que ÉL trabajó 6 días y descansó el séptimo. Es decir, DIOS trabajó seis días y, luego, hizo una pausa, un receso, tuvo un descanso. ¡Hello! DIOS no se cansa, no se fatiga, no le da sueño, no le da miedo, no se quita, no se arrepiente, no se acobarda. Pero, oiga bien, ¡DIOS ama a sus hijos e hijas! A mi no me interesa lo que usted pueda creer o dejar de creer, yo le voy a creer a DIOS. Un DIOS que piensa en sus hijos(as.) ¡Aleluya! 

Miren, amados y amadas: DIOS le dio este mandamiento a un pueblo que llevaba 400 años esclavo en Egipto. Los esclavos no tienen días libres, ni descanso, ni le pagan horas extras, ni el salario mínimo federal, ni estatal, ni el “mascual.” ¡Por favor! ¡Entendamos que DIOS tiene planes de bendición para sus hijos(as)! ¿Amén? ¿Amén? ¿Amén? Planes de bendición. Lo que DIOS tiene para usted y para mí son B E N D I C I O N E S. 

Si, DIOS estableció un día de descanso, para un pueblo que no había conocido otra cosa que trabajo forzoso, abuso, maltratos, injusticia, atropello, opresión, explotación, hambre (¡Por 400 años!). Aquel pueblo lo que conocía era pobreza, escasez, penuria, limitaciones, igual que la mujer del relato bíblico, la mujer encorvada que llevaba 18 años con esa condición, ¿Qué usted quería? ¿Qué CRISTO se detuviese a dilucidar si teológicamente, sistemáticamente, exegéticamente, homiléticamente, por los caprichos de los religiosos, tenía que esperar a la consulta de la junta suprema, del Sanedrín judío, del CONSEJO DEL PACTO, para decidir si podía sanar a aquella mujer? 

¡DIOS actúa cuando ÉL quiera, con quién ÉL quiera, donde ÉL quiera, como ÉL quiera! ¡Para eso es DIOS! Pero lo mejor es que ¡DIOS quiere sanarte a ti y a mi, hoy! No dejes que te mientan más: DIOS quiere liberarte hoy. ¡No esperes a ver qué piensa el líder, el profe, el pastor! NO, NO, NO. 

DIOS quiere bendecirte hoy. ¿Qué me importa el qué dirán? ¡Nada! Yo quiero sentir y “saber” a CRISTO obrando en mí y a través de mí hoy, de aquí en adelante, conmigo y a través de mí en el servicio a los más necesitados. ¿Amén? El sábado, es un día de descanso ordenado por DIOS, que lo convirtieron en una atadura más. ¡Cuidado con la fe tóxica, amados! No te dejes engañar más. CRISTO nos hace libres para adorarlo, para servirle, para sentirlo, para abrazarlo, para entrar en intimidad con ÉL. ¿Amén? ¡Amén! 

DIOS estableció cada uno de los mandamientos con un propósito divino de bendecirnos. No descuidemos la lectura y aplicación de estos mandamientos; no como una tortura más, como una aflicción más, una atadura más; sino como una oportunidad que DIOS nos da de conocerle más íntimamente. ¿Amén? 

Llamado. 

A Jesús no le interesa discutir contigo, ni argumentar contigo. CRISTO tiene la solución a tu problema y quiere bendecirte. Solo está esperando tu respuesta. A los religiosos les encanta discutir que si Jesús está hablando de que las personas son más importantes que los animales, etc. “Bla, bla, bla…” ¿Qué importa eso, cuando se está hablando de la vida, de la salud, de la condición física, emocional, espiritual, de un hijo, de una hija de DIOS? ¡Hay, deja eso compay! 

Miremos el propósito de DIOS. Y sepamos que ¡El propósito de DIOS se cumplirá en mí y en ti! Eso no hay quién lo detenga. ¡Abre tu corazón a CRISTO y entrará el Rey de Gloria! 

La mujer del relato bíblico llevaba demasiado de tiempo, 18 años, con aquella condición que le atormentaba y, encima de eso, era considerada inmunda y estaba marginada, rechazada, por las creencias religiosas. Pero, ¡Llegó Jesús! Llegó el Poder, la Autoridad. Llegó el que podía y puede cambiar nuestro lamento en baile. No le importó lo que diría el rabino, los maestros de la ley, los fariseos, los sabuesos, los hombres y las mujeres, y ¡Llamó a la mujer enferma y la sanó! 

Me imagino cuán indignados estarían los líderes religiosos y los chismosos: “Mira, cómo llamó a esa mujer. Esa mujer está endemoniá, tiene espíritu de enfermedad, es inmunda, y ese Jesús la llamó. ¡Huy, esto huele mal! ¡Se ve muy mal!” 

Pero, dice el Evangelio que: “Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a DIOS.” 

Aquí habemos unos cuantos que necesitamos que Jesús nos toque y nos enderece. ¿Habrá algún(a) atrevido(a), valiente? ¿Cuántas costumbres, prejuicios, estilos, imágenes, enseñanzas antiguas, reglas, tendremos que dejar atrás para que DIOS enderece nuestro caminar? Ven. No temas. El que te puede sanar está hoy aquí. SE LLAMA: JESÚS. 

Anécdota. 

Una vez iba un hombre en su automóvil por una larga y muy solitaria carretera, de pronto su auto comenzó a detenerse hasta quedar estático. El hombre bajó, lo revisó, trató de averiguar qué era lo que tenía. Pensaba que pronto podría encontrar qué era lo que tenía el auto pues hacía muchos años que lo conducía, sin embargo después de mucho rato se dio cuenta de que no encontraba el daño del motor. 

En ese momento apareció otro auto, del cual bajó un hombre a ofrecerle ayuda. El dueño del primer auto dijo: “Mira, este es mi auto de toda la vida, lo conozco como la palma de mi mano. No creo que tú, sin ser el dueño, puedas hacer algo.” El otro hombre insistió con una cierta sonrisa, hasta que finalmente el primer hombre dijo: “Bueno, haz el intento pero no creo que puedas pues este es mi auto.” 

El segundo hombre puso manos a la obra y en pocos minutos encontró el daño que tenía el auto y lo pudo arrancar. El primer hombre quedó atónito y preguntó: “¿Cómo pudiste arreglar el auto si es MI AUTO?” El segundo hombre contestó: “Verás, mi nombre es Felix Wankel. ¡Yo inventé el motor rotativo que usa tu auto!” 

¿Cuántas veces hemos dicho: Ésta es mi vida, es mi destino, es mi casa? Al enfrentarnos a los problemas creemos que nadie nos puede ayudar pues "es mi vida", "nadie comprende mi problema, pues es MI PROBLEMA." Pero nunca habíamos pensado en que la vida es creación de Dios, que ÉL hizo el tiempo, que te puso en esta tierra con un propósito y te entregó una familia. 

Solo aquel que es el autor de la vida puede comprenderte y ayudarte cuando te quedes tirado en la carretera de la vida. ÉL está preparado, y tiene experiencia, para ENDEREZARNOS. ¿Quieres? Ven.

jueves, 22 de agosto de 2013

La Familia de Dios

“La Familia de DIOS”

“Las mismas Manos Amorosas que te crearon a ti, me crearon a mí. Si ÉL es tu Padre, debe ser Padre mío también. Nosotros pertenecemos todos y todas a la misma familia: Cristianos, Musulmanes, Hindúes, Judíos, {Dominicanos, Puertorriqueños, Cubanos, Norteamericanos}. 

Toda la gente de todos los pueblos son nuestros hermanos y hermanas. Ellos y ellas también son hijos e hijas de DIOS. Nuestro trabajo entre los hindúes proclama que DIOS les ama; Que DIOS los ha creado; Que son mis hermanos y hermanas. Naturalmente, yo quisiera poder darles el gozo de lo que yo creo, (Mi fe), pero, eso, no lo puedo hacer yo. Solo DIOS puede. La fe es un don, un regalo de DIOS, Pero DIOS no se impone a Sí Mismo. 

Cristianos, Musulmanes, Hindúes, creyentes y no creyentes, Tienen, todos, la oportunidad de hacer las Obras de Piedad (de Amor) con nosotros; tienen la oportunidad de compartir el gozo, de amar y de percatarse de la Presencia de DIOS con nosotros. Así... los Cristianos se convierten en mejores Cristianos; Los Hindúes se convierten en mejores Hindúes; Los Musulmanes se convierten en mejores Musulmanes.


[Autora: Madre Theresa de Calcutta, poema: “The Family of God” en Words to Love By, p. 35]

miércoles, 21 de agosto de 2013

¿Cómo afecta el bagaje cultural a nuestra acción cristiana?

Quiero compartirles una historia personal que considero ayuda a explicar nuestra falta de efectividad al momento de plantear cambios en los modelos, los paradigmas, de las estructuras organizativas de la Iglesia. Les confieso que puedo estar terriblemente equivocado. Les confieso que no tengo ningún interés personal, ni de lograr “fama” o prestigio, ni, mucho menos, menoscabar la fama o prestigio de ninguna persona nacida o por nacer.

Por largos años fui estudiante del devenir histórico de Puerto Rico. En mi interés por conocer los antepasados, la existencia heredada, las condiciones presentes y las posibilidades futuras, dediqué largas horas, días, años y esfuerzos al estudio de la historia de Puerto Rico. Una de las áreas de mayor interés fue entender por qué existía tanta disparidad, diferencia, entre el proceso de desarrollo social de Puerto Rico (y, en esencia, de toda América Latina) con respecto al desarrollo social del Norte América.

En el proceso de estudiar este fenómeno, que se ha utilizado para deshonrar y humillar nuestra nacionalidad, descubrí que existe una teoría que ayuda, en parte, a explicarlo. Es la teoría de Stanley & Stanley, dos historiadores británicos que se dieron a la tarea de encontrar explicaciones al mismo problema.

Según esta teoría, la disparidad se debe, en parte, a “la herencia colonial.” Mientras Norteamérica fue colonizada por la Gran Bretaña, cuna de la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo; Suramérica (a excepción de Brasil), fue colonizada por el imperio decadente, retrogrado, de la monarquía moribunda de los Reinos de Castilla y Aragón (a los cuales les tomaría otros dos siglos en advenir al Renacimiento y llamarse finalmente “España”.) Este imperio decadente mantuvo a sus colonias en ultramar por cuatros siglos (en el caso de Cuba y Puerto Rico) con el único sistema administrativo posible: “la centralización.” España tenía que mantener control de todo lo que entraba y salía de sus colonias. Para lograrlo, desarrolló un sistema que dependía de la confianza en la persona, el individuo, que se colocaba a cargo del gobierno y sus instituciones. Algunos de estos cargos fueron vendidos y algunos eran “de por vida” (vitalicios). Algunos cargos eran hereditarios, se podían pasar de padres a hijos. De esta manera se mantenía un control extraordinario.

Otra manera de mantener este tipo de control lo fue la creación del sistema de sellos notariales y sellos de rentas internas. Todavía hoy se practica que, para darle oficialidad a un documento o transacción, haya que “comprar” un sello. Un resultado evidente de este sistema de gobierno y de administración “a ultramar” fue la “personificación” del oficio público y el control.

La herencia colonial española nos legó una impresión equivocada de lo que significa “el cargo público.” Realizar una buena labor en la gestión pública representaba un logro personal, es decir, de “la persona.” De ahí que toda persona que se involucra en un cargo público, piense que lo importante es “quedar bien”. Es decir, “es cuestión de imagen.” Si la gestión resulta insuficiente o mediocre, la persona “el líder” queda desprestigiado y desprovisto de ninguna oportunidad de aprender a hacerlo mejor.

Algo similar ocurre con las instituciones no-gubernamentales, no-públicas. Hemos copiado el sistema público para exaltar al ser humano y no la gestión “pública” (que de por sí implica a un grupo de personas.) Al centralizar la atención en “el individuo”, la persona, hemos perdido la oportunidad de replicar los estilos que pudieron haber dado resultado, por aquello del “qué dirán”; de que “lo hizo igual que fulano.”

Vivimos en un sistema de valores que se ha colocado al revés del Reino de DIOS. Cuando se supone que sirvamos, exigimos beneplácito y fama, reconocimiento y reverencia. Cuando se supone que formemos un “Equipo de Cristo” para dar testimonio de que ÉL nos invita a regresar a la casa, al hogar paternal; nos comportamos como “hermanos mayores.” Cuando se espera que allanemos, enderecemos, preparemos el Camino para que todos y todas se puedan encontrar con el Padre regresando a casa, nos comportamos como capataces y “alter-egos,” “jefecitos,” como “dueños de la casa.”

Debemos aprender del Siervo Sufriente, Cristo. Su efectividad no dependió de quiénes dirigían, de quiénes trabajaban como líderes religiosos, sino de servir. Su efectividad recae, todavía hoy, en el hecho de que EL quiere que todos y todas sus discípulos seamos del “Equipo de Cristo” y lo que desea es que los demás experimenten lo que nosotros y nosotras hemos experimentado. Para eso vino Jesús, para mostrarnos, con su ejemplo de SERVICIO, El Camino de regreso a la Casa de Papá. Sublime Gracia que me alcanzó...en el Camino...

Nadie se llame a engaño: si queremos crecer en el Reino de DIOS tenemos que servir, servir, servir. Recuerde: “hay personas que no viven para servir y, por lo tanto, no sirven ni para vivir.” “El que sirve, sirve y el que no, no sirve.” Si Jesús mismo dice que no vino para ser servido, sino para servir, ¿Cómo pues pretendemos nosotros convertir a los demás y hasta a DIOS mismo en siervos nuestros? Es al revés: tenemos que servir a los demás, y haciendo esto, servimos a DIOS. ¿Amén? ¡Amén!

Pastor Juan G. Feliciano-Valera

La Compasión

Esta Carta trata sobre la compasión que tenemos que tener en medio de la crisis que vive “nuestro” mundo. Aunque no somos de aquí, DIOS nos colocó aquí para ser discípulos(as) de Su Hijo, Jesucristo, y para transformar al mundo quebrantado. Fuimos sanados(as) para sanar. Por esta razón, DIOS nos llama a recordar el Servicio Arriesgado al cual DIOS nos ha llamado (porque somos la sal de la tierra y la luz del mundo.) Busquemos hacer lo mejor con lo que tenemos. Así nos ayude Dios. Amen!

El principio de compasión permanece en el corazón de todas las tradiciones religiosas, éticas y espirituales, y siempre nos pide tratar a los otros como nos gustaría ser tratados. La compasión nos impulsa a trabajar sin cansancio para aliviar el sufrimiento de nuestros semejantes; nos motiva a dejar de lado el egoísmo y aprender a compartir y nos pide honrar la inviolable santidad de cada ser humano, tratando a todos, sin excepción, con absoluta justicia, equidad y respecto.

Es además necesario en la vida pública y en la privada abstenerse de causar dolor de manera sistemática y categórica, actuar o hablar de manera violenta, obrar con mala intención, manejarse priorizando el interés personal, explotar o denegar los derechos básicos e incitar al odio denigrando a los otros – aunque sean enemigos - actuar de manera contraria, implica negar nuestra humanidad. Reconocemos haber fallado en vivir con compasión y sabemos que alguien ha incluso incrementado la miseria humana en nombre de la religión.

Por eso pedimos a hombres y mujeres ~ restaurar la compasión al centro de la moralidad y de la religión ~ volver al antiguo principio que afirma que cualquier interpretación de la escritura que incite a la violencia, el odio o al desprecio, es ilegítima ~ garantizar a los jóvenes una información positiva y respetuosa sobre otras tradiciones, religiones y culturas ~ estimular a una positiva apreciación de la diversidad cultural y religiosa ~ cultivar una empatía consecuente con el sufrimiento de los seres humanos, hasta con aquellos que consideramos enemigos.

En nuestro mundo polarizado hay una necesidad urgente de transformar la compasión en una fuerza clara luminosa y dinámica. Arraigada en la determinación de trascender el egoísmo, la compasión puede romper las fronteras políticas, dogmáticas, ideológicas y religiosas. Nacida de nuestra profunda interdependencia, la compasión es esencial para las relaciones humanas y para la realización de la humanidad. Es el camino hacia la claridad, indispensable para la creación de una economía justa y de una comunidad global y pacífica.

(Tomado de Charter for Compassion, 2009: http://es.charterforcompassion.org/ .)

martes, 20 de agosto de 2013

¿Qué es lo más importante que has hecho en tu vida?

En cierta ocasión, durante una charla que di ante un grupo de abogados, me hicieron esta pregunta: ¿Qué es lo más importante que ha hecho en su vida? La respuesta me vino a la mente en el acto, pero no fue la que di, porque las circunstancias no eran las apropiadas. En mi calidad de abogado de la industria del espectáculo, sabía que los asistentes deseaban escuchar anécdotas sobre mi trabajo con las celebridades.

Lo más importante que he hecho en la vida, tuvo lugar el 8 de Octubre de 1990. Comencé el día jugando golf con un amigo mío al que no había visto en mucho tiempo. Entre jugada y jugada, conversamos acerca de lo que estaba pasando en la vida de cada cual. Me contó que su esposa y él acababan de tener un bebé. Mientras jugábamos, llegó el padre de mi amigo, que consternado, le dijo que su bebé había dejado de respirar y lo habían llevado de emergencia al hospital. En un instante, mi amigo subió al auto de su padre y se marchó. Por un momento me quedé donde estaba, sin acertar a moverme, pero luego traté de pensar qué debía hacer: ¿Seguir a mi amigo al hospital? Mi presencia allí, me dije, no iba a servir de nada, pues la criatura seguramente estará al cuidado de médicos y enfermeras, y nada de lo que yo hiciera o dijera iba a cambiar las cosas. ¿Brindarle mi apoyo moral? Eso, quizás, pero tanto él como su esposa provenían de familias numerosas, sin duda estarán rodeados de parientes, que les ofrecerán consuelo y el apoyo necesario, pasara lo que pasara. Lo único que haría yo sería estorbar. Así, decidí reunirme con algunos familiares e ir más tarde a ver a mi amigo. Al poner en marcha el auto, me percaté que mi amigo había dejado su camioneta, con las llaves puestas, estacionada junto a las canchas. Decidí pues, cerrar el auto e ir al hospital a entregarle las llaves.

Como supuse, la sala de espera estaba llena de familiares que trataban de consolarlos. Entré sin hacer ruido y me quedé junto a la puerta, tratando de decidir qué hacer. No tardó en presentarse un médico, que se acercó a la pareja y, en voz baja, les comunicó que su bebe había fallecido. Durante lo que pareció una eternidad, estuvieron abrazados, llorando, mientras todos los demás los rodeamos en medio del silencio y el dolor. El médico les preguntó sí deseaban estar unos momentos con su hijo. Mi amigo y su esposa se pusieron de pie, y caminaron resignadamente hacia la puerta. Al verme allí, en un rincón, la madre se acercó, me abrazó y comenzó llorar. También mi amigo se refugió en mis brazos.

"Gracias por estar aquí, me dijo". Durante el resto de la mañana, permanecí sentado en la sala de emergencias del hospital, viendo a mi amigo y a su esposa sostener en brazos a su bebé y despedirse de él.

Eso, es lo más importante que he hecho en mi vida.

Aquella experiencia me dejó tres enseñanzas:

Primera: Lo más importante que he hecho en la vida, ocurrió cuando no había absolutamente nada que yo pudiera hacer. Nada de lo que aprendí en la universidad, ni en los seis años que llevaba ejerciendo mi profesión, ni todo lo racional que fui para analizar mis alternativas, me sirvió en tales circunstancias. A dos personas les sobrevino una desgracia, y yo era impotente para remediarla. Lo único que pude hacer fue acompañarlos y esperar el desenlace. Pero estar allí en esos momentos, en que alguien me necesitaba, era lo principal.

Segunda enseñanza: Estoy convencido, que lo más importante que he hecho en mi vida, estuvo a punto de no ocurrir, debido a las cosas que aprendí en la universidad, al concepto inculcado de ser racional, así como en mi vida profesional. Al aprender a pensar, casi me olvidé de sentir. Hoy, no tengo duda alguna que debí haber subido al carro sin titubear, y seguir a mi amigo al hospital.

Tercera enseñanza: Aprendí que la vida puede cambiar en un instante. Intelectualmente, todos sabemos esto, pero creemos que las desdichas les pasan a otros. Así pues, hacemos planes y concebimos nuestro futuro como algo tan real, que pareciera que va a ocurrir. Pero, al ubicarnos en el mañana, dejamos de advertir todos los presentes que pasan junto a nosotros, y olvidamos que perder el empleo, sufrir una enfermedad grave o un accidente, toparse con un conductor ebrio y miles de cosas más, pueden alterar ese futuro en un abrir y cerrar de ojos.

Desde aquel día, busqué un equilibrio entre el trabajo y la vida; aprendí que ningún empleo, por gratificante que sea, compensa perderse unas vacaciones, romper con la pareja o pasar un día festivo lejos de la familia. Y aprendí que lo más importante en la vida, no es ganar dinero, ni ascender en la escala social, ni recibir honores... Lo más importante en la vida, es el tiempo que dedicamos a cultivar una amistad.

lunes, 19 de agosto de 2013

A Dios les agradezco

a) Por mis hijas que NO limpian sus cuartos, pero están viendo la tele, porque significa que están en casa y no en las calles.

b) Por los descuentos en mi sueldo, porque significa que estoy trabajando.

c) Por el desorden que tengo que limpiar después de una fiesta, porque significa que estuve rodeado de seres queridos.

d) Por las ropas que me quedan un poco ajustadas, porque significa que tengo suficiente para comer.

e) Por mi sombra que me ve trabajar, porque significa que puedo salir al sol.

f) Por el césped que tengo que cortar, ventanas que necesito limpiar, cañerías que arreglar, porque significa que tengo una casa.

g) Por las quejas que escucho acerca del gobierno, porque significa que tenemos libertad de expresión.

h) Por el lugar para estacionar que encuentro al final del estacionamiento, porque significa que tengo auto.

i) Por la señora que está detrás de mí en la iglesia y que desentona al cantar, porque significa que puedo oír.

j) Por la cantidad que tengo que lavar y planchar, porque significa que tengo ropa que vestir.

k) Por el cansancio y los dolores musculares al final del día, porque significa que fui capaz de trabajar duro.

l) Por el despertador que suena temprano todas las mañanas, porque significa que estoy vivo!!

m) Y finalmente, Doy Gracias a DIOS por la cantidad de mensajes que recibo, porque significa que tengo amigas y amigos que piensan en mí.

Un tazón de madera

Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Efesios 6:2-3

El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo, y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel.

El hijo y su esposa se cansaron de la situación. "Tenemos que hacer algo con el abuelo", dijo el hijo. "Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo". Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí el abuelo comía solo, mientras los demás disfrutaban de su cena familiar.

Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera. De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.

El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Pero una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo y le preguntó dulcemente:

- "¿Qué estás haciendo hijo?"

Con la misma dulzura el niño le contestó:

- "Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos." Sonrió y siguió con su tarea.

Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma, que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaron por sus mejillas, y aunque no se dijo ninguna palabra al respecto, ambos supieron lo que tenían que hacer.

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Sobre el matrimonio

Un famoso maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando este se apaga, en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio. El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente:

"Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno y sufrió un infarto. Cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, rebasando, sin respetar los altos, condujo hasta el hospital. Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido. Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. El pidió a mi hermano teólogo que le dijera donde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, conjeturó cómo y dónde estaría ella. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió: "llévenme al cementerio". Papá -respondimos-, ¡Son las 11 de la noche, no podemos ir al cementerio ahora! Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: "No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años".

Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador, con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, lloró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos: "Fueron 55 buenos años, saben. Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así". Hizo una pausa y se limpió la cara. "Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis, cambio de empleo", continuó, "hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad, compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, oramos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores... Hijos, ahora se ha ido y estoy contento. ¿Saben por qué? Porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera...”

Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló: "Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día."

Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista mucho del romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, más bien se vincula al trabajo y al cuidado que se profesan dos personas realmente comprometidas.

Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle; ese tipo de amor era algo que no conocían. Reflexión: Para saber el valor de un semestre: Pregúntale a un estudiante que reprobó el examen final. Para saber el valor de un mes: Pregúntale a una madre que ha dado a luz prematuramente. Para saber el valor de una semana: Pregúntale a un editor de la revista semanal. Para saber el valor de una hora: Pregúntale a los amantes que esperan para verse. Para saber el valor de un minuto: Pregúntale a la persona que perdió el tren, el autobús o el avión. Para saber el valor de un segundo: Pregúntale a quien haya sobrevivido de un accidente. Para saber el valor de una milésima de segundo: Pregúntale al atleta que ganó una medalla de plata en las Olimpiadas. El tiempo no espera a nadie. Atesora cada momento que tienes. Lo atesorarás mucho más si lo compartes con alguien especial. El origen de esta carta es incierto, pero da alegría a quienes la leen y la aprecian. Comparte el Amor de DIOS con otras personas, serás feliz.

¡DIOS te bendiga!