lunes, 31 de marzo de 2014

Dos encuentros con Jesús

Dos Encuentros con Jesús: Gracia y Misericordia

Alguien ha interpretado la “Misericordia” como lo que el ser humano recibe de Dios cuando no recibe lo que merece.  El pago por el pecado es muerte, pero la misericordia de Dios hace posible que obtengamos una salida, una nueva oportunidad. Pregúntale a David; pregúntale a Zaqueo; pregúntale a Saulo de Tarso; pregúntale a Bartimeo; pregúntale a la mujer adultera; o…pregúntate a ti mismo(a)...

Gracia”, entonces, es definida como lo que el ser humano recibe cuando recibe aquello que no merecía recibir.  No es un juego de palabras, ni una frase bonita. Es una realidad del Reino de Dios.  En este Reino cuando un ser humano se acerca a Dios recibe bendiciones que no esperaba recibir.  Gracia es el acto, la acción definitiva del amor ágape, del amor incondicional del Dios que decidió amarnos con amor eterno.  Pregúntale a Salomón; pregúntale a José (hijo de Jacob); pregúntale a Abraham; pregúntale a Ana; a María; a José (de Nazareth); pregúntale a Nicodemo; pregúntale al paralitico de Bethesda; pregónatele a la mujer del flujo de sangre; pregúntale a Juan; o…pregúntate a ti mismo(a)...

Dos encuentros con Jesús…

PRIMER ENCUENTRO: Bartimeo


Texto: S. Marcos 10:46-52 (Versión Reina-Valera 1995)
46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él, sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo, el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino, mendigando. 47 Al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: —¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48 Y muchos lo reprendían para que callara, pero él clamaba mucho más: —¡Hijo de David, ten misericordia de mí! 49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarlo; y llamaron al ciego, diciéndole: —Ten confianza; levántate, te llama. 50 Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. 51 Jesús le preguntó: —¿Qué quieres que te haga? El ciego le dijo: —Maestro, que recobre la vista. 52 Jesús le dijo: —Vete, tu fe te ha salvado. Al instante recobró la vista, y seguía a Jesús por el camino.

Es bueno recordar en este tiempo de Cuaresma que éste es el último acto de sanidad registrado por escrito en el Evangelio según S. Marcos.  Ocurrió a lo largo del propio camino de sufrimiento y muerte que le esperaba a Jesús en Jerusalén.  Es el cuadro de un necesitado que tuvo fe persistente y recibió la misericordia de Dios que le sanó y, como resultado, siguió a Jesús en el Camino.  Sin duda este fue el caso de muchos de los que siguieron a Jesús, aun durante la terrible semana final.  Marcos (uno de los discípulos de Jesús) recordó el nombre de aquel hombre, y como era su costumbre, lo traduce (de Bartimeo a, “hijo de” Timeo.)  Como a muchos de nuestro mundo, al hombre se le conocía por el nombre de su padre, pero puede haber sido bien conocido por la iglesia primitiva más tarde porque había seguido a Jesús. (¡Ojo!) Este hombre recibió misericordia: pues no recibió lo que merecía de acuerdo a la tradición judía pues era un ciego, pobre, mendigo y, según la Ley, no merecía nada, sino el castigo de ser ciego.
En comparación con otra persona sanada, vemos dos respuestas distintas a la misma pregunta: ¿Quieres ser sano?
SEGUNDO ENCUENTRO: El paralítico en el Pozo de Bethesda

S. Juan 5:1-9Tiempo después, Jesús regresó a la ciudad de Jerusalén para asistir a una fiesta de los judíos. 2 En Jerusalén, cerca de la entrada llamada «Puerta de las Ovejas», había una piscina con cinco puertas que en hebreo se llamaba Bethesda. 3-4 Allí se encontraban muchos enfermos acostados en el suelo: ciegos, cojos y paralíticos. 5 Entre ellos había un hombre que desde hacía treinta y ocho años estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio allí acostado, y se enteró de cuánto tenía de estar enfermo, le preguntó: —¿Quieres ser sano?  7 El enfermo contestó: —Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua se remueve. Cada vez que trato de meterme, alguien lo hace primero.  8 Jesús le dijo: —Levántate, alza tu camilla y camina.  9 En ese momento el hombre quedó sano, alzó su camilla y comenzó a caminar.”

La pregunta ¿quieres ser sano? puede haber tenido la intención de sacar al hombre de su apatía, pero la respuesta no revela fe alguna de parte de aquel hombre.  Es claro que él pensaba en términos más bien mágicos, como muestra el v. 7, porque creía como los demás que el primero que entrara al agua tenía alguna oportunidad de curarse. Parece haber pensado que la pregunta de Jesús no merecía una respuesta. (¡Ojo!) Este hombre recibió gracia, pues recibió lo que no merecía; lo que merecía era indiferencia por su apatía pero recibió sanidad divina.
¿Cuál será nuestra respuesta a la invitación que nos hace Jesús al encontrarnos con EL hoy?  ¿Podremos creerle a Dios hoy?

¿Quieres ser sano? 

¿Quieres ser sano de tantos dolores, angustias, depresiones, ceguera espiritual, resentimientos profundos que han echado raíces de amargura?  ¿Quieres ser sano de tanto dolor que no te permite seguir adelante?  ¿Quieres ser sano de tus enfermedades, vicios, malas costumbres, de tus ataduras?  Te pregunta el Señor. ¿Quieres ser sano?  

Hay dos respuestas: la de Bartimeo y la del paralítico de Bethesda.   El ciego respondió específicamente.  El paralítico argumentó su excusa, su queja.  El ciego conocía con quién estaba hablando y quién le había preguntado.  El paralítico parece que no sabía.  ¿Y nosotros, sabemos?

No esperes a que todo se resuelva para acercarte a Dios, acércate a Dios para que todo se resuelva.  

“Acercaos a Dios pues Dios quiere acercarse a vosotros.” (Santiago 4:8)

¿Qué dices tu?



jueves, 13 de marzo de 2014

El Collar de Perlas Preciosas

Anécdota: Se cuenta que el un dueño de una tienda de joyas estaba detrás del mostrador de su tienda y miraba la calle distraídamente. De pronto, una  niñita se aproximó al negocio y apretó la naricita contra él vidrio de la vitrina. Los ojos de color del cielo brillaban cuando vio un determinado objeto.   Entró en el negocio y pidió para ver el collar de color turquesa azul.  “Es para mi hermana. ¿Puede hacer un paquete bien bonito?,” dijo ella.
El dueño del negocio miró desconfiado a la niñita y le preguntó: “¿Cuánto dinero tienes?”  Sin dudar, la niña  sacó del bolsillo de su ropa un pañuelo todo atadito y fue deshaciendo los nudos. Los colocó sobre el mostrador y dijo feliz: “¿Esto da?”
Eran apenas algunas monedas que ella exhibía orgullosa. “Sabe, quiero dar este regalo a mi hermana mayor.  Desde que murió nuestra madre, ella cuida de nosotros y no tiene tiempo para ella. Es el cumpleaños de ella y tengo el convencimiento que quedará feliz con el collar que es del color de sus ojos.”
El hombre fue para la trastienda, colocó el collar en un estuche, lo envolvió con un vistoso papel dorado e hizo un trabajado lazo con una cinta verde.  "Toma,” dijo a la niña. “Llévalo con cuidado”.  Ella salió feliz corriendo y saltando calle abajo.
Aún no acababa el día, cuando una linda joven de cabellos rubios y maravillosos ojos azules entró en el negocio. Colocó sobre el mostrador el ya conocido envoltorio deshecho e indagó: “¿Este collar fue comprado aquí?” “Sí señorita,” contestó el dueño. “¿Y, cuánto costó?” indagó la joven.
“¡Ah!”, expresó el dueño del negocio. “El precio de cualquier producto de mi tienda es siempre un asunto confidencial entre el vendedor y el cliente.”  La joven continuó: “Pero mi hermanita tenía solamente algunas monedas.  El collar es verdadero, ¿no? Ella no tendría dinero para pagarlo.”
El hombre tomó el estuche, re-hizo el envoltorio con extremo cariño, colocó la cinta y lo devolvió a la joven.  “Ella pagó el precio más alto que cualquier persona puede pagar. ELLA DIO TODO LO QUE TENÍA.”
El silencio llenó la pequeña tienda y las lágrimas rodaron por la faz emocionada de la joven en cuanto sus manos tomaban el pequeño envoltorio.

“Quien ama no coloca límites para los gestos de ternura y de gratitud, porque, un corazón agradecido y confiado, es un corazón obediente a DIOS.