FAMILIAS BAJO EL PACTO DE LA PROMESA DE DIOS
Dr.
Juan G. Feliciano-Valera
Dedicado
a las familias cristianas: con admiración, por lo que construyen cuando nadie
les ve.
Se
trata de DIOS, el DIOS que todo lo ve.
Porque DIOS es fiel.
TEXTOS: Efesios 2:1-12 “En aquel
tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los
pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.”
Romanos 9:4: “que son israelitas,
de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la Ley,
el culto y las promesas.”
Gálatas 3:17: “Esto, pues, digo:
El pacto previamente ratificado por Dios en Cristo no puede ser anulado por la
Ley, la cual vino cuatrocientos treinta años después; eso habría invalidado la
promesa,…”
Hebreos 9:15 “Por eso, Cristo es
mediador de un nuevo pacto, para que, interviniendo muerte para la remisión de
los pecados cometidos bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de
la herencia eterna,…”
INTRODUCCIÓN.
Quiero compartir con ustedes una información que he recogido en el
Camino. Existe un libro sobre las
grandes catedrales de Europa que ilustra, con fotos y descripciones, estas
grandes obras de arte religioso que tomaron muchos años en construirse. Resulta muy interesante que la gente que construyeron
las grandes catedrales en Europa, nunca vieron el producto final de lo que
construyeron. No se mencionan sus
nombres en los libros, ni se les entregaron medallas, ni trofeos, ni menciones
especiales, y, en muchos casos, ni se les recuerda. Pero, eso, no impidió que siguieran
construyendo las obras, las catedrales.
Ellos tenían en su mirada la promesa
de que lo lograrían. No les importó
ser invisibles, sabían que alguien vería sus obras. Tenían la mirada puesta en la meta, en el
final, en la promesa de que se terminaría la obra que habían comenzado.
Existe la historia de uno de estos constructores que
estaba tallando una pequeña ave en una viga de madera que sostendría el techo
de una de estas inmensas catedrales.
Alguien que le observó tallando con gran cuidado esta ave, le preguntó: “¿Por qué tomas tanto tiempo haciendo eso,
si nadie lo va a notar jamás?” El
hombre contestó: “Porque Dios si lo va a
notar.”
Estos constructores de catedrales confiaban y sabían
que DIOS todo lo ve. Todo. ¿Oyó bien?
¡TODO! ¿Amen? ¡Amén!
Estos constructores dieron sus vidas construyendo
obras gigantes que jamás ellos mismos verían finalizadas. Trabajaron día a día, cada día, sin fallar,
aunque nunca verían sus obras terminadas.
Algunas de estas catedrales tomaron más de cien (100) años en
construirse. Eso es más de lo que
cualquier persona puede vivir. Sin
embargo, estos constructores se presentaban, día a día, a trabajar en algo que
no verían terminado, que no verían finalizado, completado, acabado.
Si buscan información sobre quiénes construyeron estas
grandes catedrales en Europa, encontrarán que dice: “Constructor: Desconocido,”
desconocido, desconocido. Trabajaron
anónimamente. De forma invisible. ¿Escuchó bien? Anónimo, desconocido, invisible. Estos constructores hicieron grandes
sacrificios sin esperar nada a cambio, porque no verían el producto de sus
esfuerzos. Nadie les daría crédito por
lo que hacían. Se sacrificaron por un
edificio que no llevaría sus nombres.
¿Oyó bien? Nadie les recordaría
por lo que hicieron. Nadie les
reconocería su hazaña, su contribución a la arquitectura religiosa, su
desempeño y servicio a la Iglesia.
Tan es así, que hubo un famoso escritor que expresó
que él creía que nunca jamás se construiría ninguna otra gran catedral, porque
quedaba muy poca gente dispuesta a sacrificar sus vidas de esta manera. Creo que estaríamos de acuerdo con ese
escritor. ¿Gente dispuesta a pasar
desapercibidas, sin esperar reconocimientos, medallas, pago, alabanza? Uff.
Difícil.
No sé cuántos de ustedes pueden cerrar sus ojos y
escuchar a DIOS decirles muy suavemente, susurrando: “Yo si te veo.” {Repítalo
conmigo: “Yo / si / te / veo.” Ahora dígaselo a usted mismo: “¡DIOS- si- me- ve!”}
Dios te dice: “Yo te veo cuando te levantas de
madrugada porque uno de tus hijos tose, estornuda; o cuando alguien de la
familia se levanta para ir a la cocina o al baño; o cuando alguien llama para
pedir un favor a las 3 de la madrugada (cuando la cama está más calientita y
cómoda.)” “Yo te veo cuando preparas los
alimentos para alguien de la familia que necesita salir temprano.” “Yo te veo cuando lavas la ropa de los
miembros de tu familia.” “Yo te veo
cuando sales a trabajar tempranito para traer el pan a la casa.” “Yo te veo cuando te esfuerzas por entender
la asignación de la escuela para ayudar a tus hijos.” “Yo te veo cuando recoges tu ropa para que
mamá no tenga que hacerlo todo.” “Yo te
veo, Yo te veo, Yo te veo.” “Te aseguro,
Yo te veo.”
Dios te dice: “Tú no eres invisible para Mí.” “Tú no eres anónimo para Mí.” “Tú no eres desconocida(o) para Mí.” La Escritura dice que DIOS nos ama tanto que
extendió Su misericordia para alcanzarnos con Su gracia y decirnos: “Aunque los
demás no te vean, Yo si te veo.”
Dios te dice: “ningún sacrificio es tan pequeño como
para que yo no pueda verlo.” “Veo cada
plato que lavas, cada comida que preparas, cada esfuerzo que haces por el bien
de la familia.” “Y me sonrío con cada
uno de esos pequeños y grandes sacrificios.”
“Veo cada lágrima que derramas cuando las cosas no
salen como deseabas.” “Veo tu decepción
y frustración. Pero recuerda: ESTÁS
CONSTRUYENDO UNA GRAN CATEDRAL.” Una
gran catedral que no verás finalizada, que no se terminará durante tu vida en
la tierra.
Esto puede resultar triste para nosotros(as), pero si
construimos bien esa Gran Catedral, DIOS dirá: “Yo si la veré.”
Por lo tanto, ¡Familia!, aunque nadie nos vea, aunque
nadie nos reconozca, aunque seamos invisibles y anónimos para mucha gente, no
olvidemos QUIÉN nos ha llamado a construir grandes familias; familias con las
cuales Dios ha hecho el Pacto de la Promesa. ¡Se trata de Dios!
Muy amados(as) míos: no es una enfermedad, ni una
maldición, construir anónimamente la Gran Catedral que se llama FAMILIA, sino,
por el contrario, es la cura para la terrible enfermedad que afecta a tantas
personas en el día de hoy y que se llama: egocentrismo (“yoísmo”: el yo, yo,
yo. Hambre por el reconocimiento, el
protagonismo, etc.)
El ser invisibles, anónimos, desconocidos, es un
antídoto para el orgullo enfermizo que nos consume y que impide que le demos la
gloria, el honor y la alabanza a Dios, quien la merece. ¿Amén?
Por eso, está bien que seamos invisibles, que seamos
anónimos, desconocidos. A fin de
cuentas, solo nos debe interesar agradar a Dios.
Y si los miembros de la familia no nos reconocen, no
nos celebran, no nos aplauden, no nos toman fotos para colgar en las paredes,
no nos alaban, ni le dicen a sus amistades lo “bueno” que somos; ESO ESTÁ BIEN,
PORQUE NO TRABAJAMOS PARA ELLOS, SINO PARA EL DIOS DEL PACTO Y LA PROMESA. Nos sacrificamos por ÉL y para ÉL. ¿Habrá algún Amén en la Casa de Papá?
¡Amén! ¡Aleluya y Amén!
No nos preocupemos si somos invisibles para nuestras
familias, ocupémonos de que todo lo que hagamos, pensemos o digamos, lo hagamos
para el Señor de nuestras vidas.
Trabajamos para ÉL. Porque se
trata de Dios, no de nosotros(as) mismos(as).
Fue Dios quien inició el Pacto, el tren, la cadena, el compromiso, el
entendimiento, el ofrecimiento de La Promesa. Nosotros(as) somos receptores de esa
bendición. ¿Amén? Oremos para que nuestro ejemplo ayude a otros
y otras a querer construir grandes catedrales para DIOS. Así alcanzarán ellos también la Promesa de Dios. ¿Amén? ¡Amén!