“Aprender nunca agota la mente”, Leonardo Da Vinci.
“Aprender continuamente a desaprender para aprender se trata de analizar (i.e., aprender) cómo aprendemos mejor para compartir lo aprendido.”
“La neurogénesis y la plasticidad cerebral nos permiten continuamente aprender.”
“Para el presente, el conocimiento es esencial; para el futuro, aprender es la clave.”
“Aprender es el mejor ejercicio para el cerebro. La característica que nos hace más humanos es la habilidad de aprender.”
INTRODUCCIÓN
Existen muchas teorías del aprendizaje que narran la historia de cómo adquirimos conocimiento y experiencia. Una de estas teorías explica que aprender incorpora múltiples elementos de nuestra vida. Dimensiones culturales, emocionales, recreacionales y espirituales potencian el aprendizaje continuo. (Las Múltiples Inteligencias.)
Cuando nos referimos al aprendizaje continuo, nos referimos a la relación de la educación (metacognición: la calidad de vida de la persona, de su desarrollo y de su progreso en la sociedad) con los desafíos del mundo contemporáneo y sus requerimientos de socialización y participación activa en la vida cotidiana (su interacción multidimensional).
Aprendizaje Continuo:
- Se aprende en el entorno social.
- Se aprende de y en nuestra cultura.
- Se aprende de nuestro devenir histórico.
- Se aprende del compromiso de nuestras instituciones y de sus líderes.
- Se aprende de las organizaciones.
- Se aprende de los medios de comunicación.
- Se aprende de nuestro trabajo/quehacer cotidiano.
El aprendizaje continuo debe ser autodirigido. Es el aprendizaje que uno mismo dirige y controla. Una autodirección sistemática es crucial para identificar y comprender los problemas que uno tiene que abordar y el aprendizaje que conlleva el proceso de resolverlos (“problem solving”). Aprender a aprender continuamente se trata de analizar (i.e., aprender) cómo aprendemos mejor.
Aprender es mas importante que saber. Al ritmo al que cambia la sociedad, depender únicamente de lo que se sabe, provoca que las personas rápidamente se deprecien, pierdan vigencia y valor. El único remedio para evitar anquilosarse es aprender. Para el presente, el conocimiento es esencial. Para el futuro, aprender es la clave.
¿Por qué podría ser más importante aprender que saber? La primera razón es obvia: solo sabes algo si antes lo aprendiste. No hay conocimiento sin aprendizaje previo. La segunda razón pasa más desapercibida: El conocimiento tiene fecha de caducidad. Tarde o temprano, lo que sabes va perdiendo vigencia. Recuerden los casos de Blackberry o Kodak. Ambas empresas disfrutaron de un saber (conocimiento) que les permitió liderar sus mercados ejerciendo un dominio aplastante. Sin embargo, las dos han desaparecido de la cúspide porque ese saber se estancó, no evolucionó y otros competidores con nuevos conocimientos más avanzados las sobrepasaron.
No hay duda de que saber es importante, sobre todo cuando eres el único que sabe y ese saber permanece inalterable. Pero dormirse en los laureles con lo que sabes puede ser letal (COVID 19). El refrán “Pan para hoy y hambre para mañana” lo ilustra a la perfección. Desde el momento en que el mundo cambia a velocidades vertiginosas, puedes estar seguro de que cada vez falta menos para que lo que sabes sea sustituido por otro conocimiento más innovador. En ese caso, la única alternativa posible es aprender.
¿Cómo diferenciar aprendizaje de conocimiento? Aprender es todo lo que haces antes de tener un problema y aprender te exige motivación, sacrificio, constancia, tiempo y mucha práctica. Gestionar (procurar, buscar) el conocimiento es lo que hacemos cuando tenemos el problema. Si llegado el momento no tenemos conocimiento, no podemos resolver el problema (sobrevivir) y en ese caso morimos. Pero claro, para tener conocimiento, anteriormente hemos tenido que dedicar un colosal esfuerzo a aprender ya que no hay conocimiento sin aprendizaje. El saber solo llega como consecuencia de aprender.
Un problema es definido como aquello que se antepone, que obstaculiza, que “problematiza” la consecución de una meta. Los problemas, por sí mismos, no existen, lo que falta es conocimiento para solucionarlos. Claro que para ello, hay que dedicar un sinfín de horas a aprender, a practicar. Una vez que cuentas con el conocimiento, los problemas pasan a convertirse en tareas que solo te demandan tiempo.
Cuando enseñaba en la universidad, me gustaba decirle a mis estudiantes que los problemas o se niegan, o se engrandecen, o se enfrentan con el conocimiento. Aunque dominemos perfectamente la solución de un problema, podemos estar seguros que pronto ese problema va a cambiar, se va a complejizar porque cambiará el entorno, la cultura, la tecnología, etc. Por lo tanto, lo que sabemos ya no nos servirá. La única manera de adaptarnos y seguir vigentes será aprendiendo cosas nuevas.
Cambiar es la motivación del que aprende. Innovar significa aprender, es decir, responder al cambio. Nada es permanente sino solo el cambio y, por consiguiente, solo el proceso de aprendizaje permanece. [“Todo cambia, solo el cambio es permanente”, Heráclito de Éfeso.]
Aprender está íntimamente relacionado con el pasado porque es lo que tuvimos que hacer para acumular saber. Pero también condiciona el futuro porque todo lo que hagamos de ahora en adelante depende de nuestra capacidad para aprender. Aprender, al igual que comer o dormir, es algo que necesitaremos hacer durante toda la vida. El conocimiento, sin embargo, tiene que ver con el presente, es lo que nos permite tomar decisiones y actuar, aquí y ahora. Si nos proyectamos a medio o largo plazo, para nuestros planes de futuro, aprender es más importante que saber.
Si aprender es tan importante, entonces resulta imprescindible saber cómo se aprende. Si el proceso de producción de conocimiento se llama aprendizaje, más vale que te conviertas en un experto en el arte de aprender porque tu vida depende de ello.
Aprender es el mejor ejercicio para el cerebro. La característica que nos hace más humanos es la habilidad de aprender. En el mundo ya se habla del concepto de “learning agility” (agilidad o flexibilidad para aprender) como la principal cualidad de un profesional del siglo XXI.
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