En el 1er Libro de Crónicas, dice que cuando David se despidió de su pueblo, dejando a su hijo Salomón como rey y encargado de Israel, le dijo a su pueblo que Salomón sería responsable de construir el Templo para Dios. Entonces pronunció este famoso discurso: (29:10-17)
Asimismo se alegró mucho el rey
David, y bendijo a Jehová delante de toda la congregación; y dijo David: “Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Israel
nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo.
Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria
y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son
tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y
tú eres excelso sobre todos. Las riquezas
y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza
y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y
loamos tu glorioso nombre. Porque ¿quién
soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas
semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. Porque nosotros, extranjeros y advenedizos
somos delante de ti, como todos nuestros padres; y nuestros días sobre la
tierra, cual sombra que no dura. Oh
Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar
casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo. Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los
corazones, y que la rectitud te agrada; por eso yo con rectitud de mi corazón
voluntariamente te he ofrecido todo esto, y ahora he visto con alegría que tu
pueblo, reunido aquí ahora, ha dado para ti espontáneamente.”
Todo lo que tenemos lo hemos
recibido de su mano.
Todo es todo. Todo lo que poseemos lo hemos recibido de la
mano de Dios y, por lo tanto, tenemos la responsabilidad de cuidarlo. Todo lo que tenemos hay que cuidarlo como un
tesoro especial, como una perla de gran precio, como una gran dádiva de
Dios. Todo.
Todo es de Dios y lo que tenemos
lo hemos recibido de su mano y somos responsables de cuidarlo, multiplicarlo y
darlo de regreso a Dios con frutos, con intereses, con ganancia, con grandeza,
al Dueño, al Señor, a Dios. Por eso,
cuando usted termine de leer este libro y, más aun, mientras lo lee, usted debe
ser bendecido(a), feliz. Porque eso es
lo que he recibido y eso quiero dar, voluntariamente.
La Autoridad Delegada.
Entre las muchas cosas que Dios
nos ha dado está la autoridad, “el permiso,” para hacer las buenas obras que
Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10.) Dios delega su autoridad (la facultad, el
privilegio) a sus siervos y siervas, a sus hijos e hijas para que sean agentes,
representantes, delegados de la autoridad de Dios. La autoridad sigue siendo de Dios. Pero, Dios la delega a sus siervos(as) para
que la ejerzamos, la practiquemos, la ejercitemos, la profesemos, la
realicemos; en Su nombre y para Su gloria.
Uno de los ejemplos más
espléndidos de cómo Dios delega Su autoridad es la experiencia del llamado de
Dios a Moisés (Éxodo 3.) La autoridad
delegada por Dios tomó la forma de una vara de pastor en el Monte de Dios
(Éxodo 4:1-5). La vara del pastor Moisés
se convirtió, eventualmente, en La Vara de Dios (Éxodo 4:20.) Entonces Moisés
respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque
dirán: No te ha aparecido Jehová. 2 Y
Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. 3 El le dijo: Échala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una
culebra; y Moisés huía de ella. 4
Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió
vara en su mano. {¡DIOS LA
CONVIRTIÓ!} 5 Por esto creerán
que se te ha aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Dios
de Isaac y Dios de Jacob. {Dios
convierte lo malo en ti y te usa para que muchos crean; convierte tus lamentos,
en bendición para los demás. Así, te
conviertes en el suave aroma de Cristo para los demás.} Luego, dice la Escritura que (Éxodo 4:20)
“Entonces Moisés tomó su mujer y sus hijos, y los puso sobre un asno, y volvió
a tierra de Egipto. Tomó también Moisés la
vara de Dios en su mano.” {¡Ya no
era su vara, sino la vara de DIOS!}
Lo que nosotros(as) hayamos
traído al monte (a los Pies del Maestro, a la Iglesia), Dios lo convierte en
Vara de Dios, autoridad delegada por Dios.
Moisés trajo su vara y Dios la convirtió en Vara de Dios. Con esa vara se realizaron muchas hazañas y
señales de Dios, tanto en Egipto, como en el desierto. Por ejemplo; con esa Vara se abrió el Mar
Rojo y también se abrió la peña para que brotara agua.
En el Salmo 23, dice que si Dios
es nuestro Pastor “…nada nos faltará…” Todo es de Dios. Todo.
Por eso, podemos afirmar que nada nos faltará. Todo lo que tenemos lo hemos recibido de su
mano. Hemos recibido autoridad (la Vara
de DIOS) para ejercer como siervos(as) del Dios Altísimo.
El Llamado.
Todos(as) somos llamado(as) a
tomar la autoridad delegada por Dios para bendecir a los demás. En la Epístola de Pablo a los Romanos (1:1)
dice: "PABLO, siervo de Jesucristo,
llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de DIOS…" Es decir, que cuando uno es llamado por Dios,
es para llevar buenas noticias, bendiciones, ánimo, consuelo, restauración,
sanidad, liberación, perfume (es decir, “el suave aroma de Cristo”) a los
demás.
Llamados quiere decir:
sellados, escogidos, separados, salvados para ser de bendición para los
demás. Hemos sido perdonados, para
perdonar. Hemos sido restaurados, para
restaurar. Hemos sido reconciliados,
para reconciliar. Hemos sido animados(as)
para animar a los demás.
Se nos dio ánima (“Pneuma,” espíritu de vida, en
Cristo.) Se nos dio Espíritu Santo, espíritu de la verdad, de consolación. Cristo nos hizo libre; nos dio salvación y
bendiciones para compartirlas con los demás.
Somos llamados(as) para restaurar; para orar por los(as) demás; para
depositar lo que Dios nos ha dado (todo) para bendecir a todos(as) los(as)
demás. A eso fue llamado el pastor, la
pastora, el líder de la iglesia, todos y todas, nosotros(as) que hemos aceptado
a Jesucristo como Señor de nuestras vidas.
Somos llamados(as) para
bendecir a los demás. Dios quiere usar
todas nuestras experiencias (vivencias, buenas y malas) para bendecir a los
demás. "Consolad con la consolación con que fuisteis consolados" (2
Corintios 1:4). Si Dios nos dejó pasar
por la tormenta, es porque Dios quiere sacar algo bueno de nosotros(as). Si no fuese así, Dios nos hubiese dejado
perecer en la tormenta.
Recordemos
que tenemos este tesoro en vasos de barro, llevando la muerte de Cristo por
todas partes para que la vida de Cristo se manifieste y Su Nombre sea glorificado. Somos llamados(as) a ser bendición de Dios
para todas las personas que entren en contacto con nosotros(as). Éste es el propósito de Dios; de esta manera
adoramos bendecimos, agradamos, nos parecemos más a Cristo. ¡Que privilegio, que autoridad, que bendición
se nos concede!
Llamados(as) para
bendecir. Donde quiera que vayamos, Dios
nos llama a bendecir a los demás con todo lo que hemos recibido. Bendecir, aunque hayan sido experiencias
difíciles. Aunque nos haya dolido. Es propósito de Dios que seamos de bendición
para los demás. Bendecir a los demás
incluye que oremos por los demás, sin esperar nada a cambio.
La Escuela de la
Humildad.
En
Romanos 8:28, leemos: "Y sabemos que
a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados."
Seamos, pues, “tubería,” conducto de Dios, para llevar bendición a los
demás. Dios nos pastorea para que
nosotros pastoreemos a otros y otras.
Todos y todas, no solo el pastor(a) somos llamados(as) a cuidar, a
alimentar, a sanar, a restaurar, a bendecir, a orar, a hacer justicia, a tener
misericordia, a animar a los demás.
No se preocupe por cómo va a
realizar estas obras, recuerde lo que dice el Salmo 23:3 “{El Buen Pastor} …confortará
mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.”
En relación con los demás, la
presencia de Dios, Su bendición, Su restauración, Su sanidad, Su justicia, Su
autoridad y Su misericordia, se practica cuando estamos dispuestos a dejarnos
interrumpir por Dios y que Dios nos use como Dios quiera, cuando quiera y con
quién Dios quiera. Esto es parte de “la
escuela de la humildad.” Así se dejaron
interrumpir los Caminantes a Emaús y las mujeres que fueron al sepulcro de
Jesús. Así hemos sido “interrumpidos” nosotros(as) tantas veces (“El bien y la misericordia me {per}seguirán
todos los días, hasta que llegue a la Casa de Papá.” Salmo 23:6).
Cristo
nos ofrece el privilegio de ser Su presencia en la vida de quienes necesitan
nuestra ayuda. No te preocupes por quién
eres tú; preocúpate y ocúpate por ¿De Quién eres tú? y ¿Quién va contigo? En Éxodo (3:11-12), dice que: “Entonces
Moisés respondió a Dios: “¿Quién soy yo,
para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” Y ÉL le respondió: “Ve, porque YO seré contigo.”
Philip
Yancey, ha definido la gracia de Dios en estos términos: "La gracia de Dios quiere decir que yo no puedo hacer nada para
que Dios me ame más, ni puedo hacer nada para que Dios me ame menos. Dios ya me ama y he recibido una invitación
especial para estar en su mesa, para celebrar la victoria del Señor.”[1]
Hemos sido matriculados(as) en “la
escuelita de la humildad” y nuestro Maestro nos ama y nos espera...
Por
eso, debemos seguir su consejo: “Antes
que cualquier cosa, adquiere Sabiduría (de DIOS) y buen juicio. Ámala y te enaltecerá; abrázala y te honrará;
te obsequiará con la más bella guirnalda y te coronará con ella” (Proverbios
4:7-8).
El favor de Dios, su
gracia, hará que la gente se salga de su camino para buscarnos y
favorecernos. Hará que hagan excepciones
a favor de nosotros(as). Hagamos
nosotros(as) lo mismo con los demás.
Declaremos y vivamos por fe la siguiente declaración: “Mi familia y yo
tenemos el favor de Dios, somos parte de la mucha gente que Dios ama; su gracia
nos ha alcanzado y bendecido; por eso, seremos de bendición para los
demás. Así nos ayude Dios.”
Esta es la Escuela de la
Humildad. Ya sonó el timbre de entrada…